milenio.com, 14/04/2008
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Los gritos recorren los pasillos de la prisión. Sangre, pus y saliva bañan el rostro de la mujer. Mujer atada de manos y pies. Mujer encarcelada, golpeada y torturada por horas bajo fuertes descargas eléctricas. La noche parece interminable, sus lamentos no. Minutos antes al amanecer, el silencio llegó a uno de los tantos campos de concentración; silencio que alarmó, desconcertó y bañó de orina por el incontrolable miedo a más de una de las mujeres, también en cautiverio, que sabían que su hora había llegado.
Este pasaje no es un fragmento tomado del testimonio de algún sobreviviente de Auschwitz. No pertenece a ninguna crónica referente al desarrollo del Tercer Reich o a la Segunda Guerra Mundial. Ilustra, sin embargo, lo que ha estado sucediendo durante los últimos años en la República Popular de China y que la prensa internacional, algunos legisladores extranjeros y defensores de los Derechos Humanos han tratado de denunciar y de parar sin resultados favorables: el tráfico de órganos en China.
Muchos médicos dudan sobre el tráfico de órganos y echan por tierra los mitos urbanos sobre hombres o mujeres que tras una noche de copas amanecieron en la tina de un motel, desangrándose y sin uno de sus riñones. Y es cierto, en el 2007 realicé una investigación sobre el tráfico de órganos en México y las probabilidades de que esto ocurra de la forma en que nos han advertido o bajo los procedimientos de un supuesto ligue en el antro para despojarte más tarde de una parte de tu cuerpo es nula e imposible.
Para que un transplante de órganos tenga éxito no sólo debe de conseguirse al donador y que éste sea compatible con el receptor, además, una vez removido el órgano de quien lo cede o de quien fallece, éste debe ser transplantado en horas y sin posibilidad de ser almacenado para un futuro procedimiento.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando el receptor se encuentra a minutos de cientos o de miles de donantes en cautiverio y perfectamente bien clasificados con respecto a su historial médico? ¿Qué pasa cuando de entre miles de donantes hay uno que es compatible con la persona que pagará en dólares para seguir viviendo con un nuevo riñón o un flamante corazón? La respuesta es simple: el tráfico ilegal de órganos se convierte en algo posible, en algo real y en algo documentado, probado y clasificado como “la cosecha de órganos en China”.
Esta historia de terror proviene de algo totalmente opuesto. Comenzó en la paz, en la renovación moral y en la sabiduría cuando, en 1992, Li Hongzhi desarrolló en China un movimiento de autocontrol; una disciplina basada en los valores de la verdad, la benevolencia y la tolerancia y que consiste, hasta la fecha, en cinco ejercicios físicos suaves y lentos y bajo una profunda filosofía espiritual: el Falun Dafa.
La rápida mejora en salud física y mental de sus pocos seguidores hizo del Falun Dafa un fenómeno que creció de boca en boca. La elevación en la calidad moral de las personas que lo practicaban fue tal, que el propio gobierno chino le otorgó al señor Li y a su grupo numerosos reconocimientos. Aunque el gusto les duró poco a los gobernantes chinos cuando, en 1999, se dieron cuenta que los seguidores de la nueva disciplina superaban los 70 millones de personas, 10 millones más al número de integrantes del Partido Comunista. El miedo invadió a Jiang Zemin, entonces Presidente de la República Popular de China, quien de inmediato organizó una persecución y la difamación en medios masivos para condenar el Falun Dafa.
Sin embargo, la cacería oficial inició en el 2001. Los practicantes del Falun Dafa, de una disciplina basada en la tolerancia, comenzaron a ser perseguidos hasta la muerte en provincias como: Llaoning, Shandong, Hubel, Talyuan y Gansu. Reportes de los defensores del movimiento detallan sobre detenidos en campos de concentración, hospitales psiquiátricos y campos de trabajo.
Cuando leemos sobre Fouché y la Revolución Francesa pensamos que tales personajes y tales atrocidades jamás podrán repetirse, que no lo permitiríamos. Cuando leemos sobre Hitler y su guerra nos aseguramos orgullosos nunca más avalar algo así. Pero en 2007, el Doctor David Kilgour ex Secretario de Estado de Canadá y el Sr. David Matas Abogado internacional, ambos defensores de los Derechos Humanos, presentaron en México lo que en el 2006 mostraron a la comunidad internacional: “el Reporte sobre extirpación de órganos a practicantes de Falun Gong (Dafa) y prisioneros de conciencia en China”. En él, detallan el resultado de sus investigaciones: “de los 60 mil transplantes reconocidos por las autoridades médicas chinas entre el 2000 y el 2005, sólo en 18 mil 500 casos se puede identificar el origen de los órganos”, “El testimonio de la ex esposa de un cirujano chino reveló que en dos años su ex marido extirpó cerca de 2 mil córneas a practicantes de Falun Dafa que fueron ejecutados”, “…en un hospital de Sujiatun que confinaba a 6 mil practicantes de Falun Dafa, allí mismo les quitaban los órganos y cremaban sus cuerpos”, “paginas web que ofrecen a extranjeros órganos compatibles en una o dos semanas (generalmente son de 5 a 10 años de espera según el órgano) a precios que van de 30 mil a 200 mil dólares”.
Los investigadores y diplomáticos canadienses, Kilgour y Matas, aseguran en su reporte que “los practicantes (del Falun Dafa) son asesinados durante la operación de la extirpación de los órganos o inmediatamente después”. Hasta la fecha, según sus investigaciones, “hay registros de más de 3 mil personas identificadas que murieron bajo tortura como consecuencia de esta persecución. La cifra real, que no se conoce (debido al hermetismo del gobierno chino), se estima en decenas de miles”.
Durante la rueda de prensa en México en el 2007 donde Kilgour y Matas dieron los resultados de su informe, pidieron sólo una cosa: “parar la masacre”. Y, adelantándose al propio Dalai Lama por meses, pidieron también la cancelación de los Juegos Olímpicos donde la República Popular de China será anfitriona. Petición que sin duda suena lógica sobretodo si dicho encuentro tiene como estandarte la paz y la convivencia entre los hombres pero, sobretodo, si el acto puede representar una forma global de decir: “alto a la masacre de inocentes”.
Ahora, también, si se piensa que los Juegos Olímpicos deben boicotearse por la forma en que el gobierno chino viola los Derechos Humanos de los tibetanos y de los seguidores del Falun Dafa, habrá que pensarlo otra vez: ¿No deberíamos entonces, la comunidad internacional, boicotear el Súper Tazón por la manera en que el gobierno estadounidense viola los Derechos Humanos del pueblo civil iraquí? ¿No deberíamos boicotear nuestra “cómoda vida diaria” por permitir muchos mexicanos y sobretodo el gobierno la violación a los Derechos Humanos de los indígenas? ¿Alguien ha hecho algo para eliminar historias como la de Eufrosina en Oaxaca? ¿Xóchitl Gálvez, hola? Todos o muchos de los que pertenecemos a la llamada “comunidad internacional” tenemos temas pendientes en nuestros propios países respecto a Derechos Humanos, ¿qué nos debemos boicotear entonces?
Nota en el refri: www.organharvestinvestigation.net/