Noche negra, capuchón negro, secuestrado por la mafia negra.

(Mi testimonio de más de 50 días de tortura en el 2007)
Por Gao Zhisheng
Difusión autorizada para la comunidad internacional el 9 de febrero del 2009.

Hoy estas palabras que escribí serán reveladas finalmente. Expondrán el verdadero rostro de China y mostrarán el inimaginable corazón y características del “partido en el poder” en China.

Seguramente estas palabras no serán agradables y es más pueden molestar los confusos sentimientos de los “buenos amigos” y los de los “buenos socios” en el mundo del Partido comunista chino (PCCh) de hoy, si estos “buenos amigos” y “buenos socios” tienen aún en su corazón alguna consideración por la conciencia humana y la moralidad.

Hoy, el repentinamente rico PCCh no solamente se ha hecho de más buenos “amigos” y “socios” internacionales, sino también ha gritado cada vez más y más fuerte, consignas perversas como “China es un país de estado de derecho”. Lo qué es desastroso para el progreso y desarrollo de los derechos humanos del pueblo chino.

El 21 de septiembre, alrededor de las 20 h, las autoridades me advirtieron verbalmente que debía asistir a una sesión de reeducación. Me di cuenta que pasaban cosas raras. La policía secreta que normalmente me seguía de cerca, guardaba mayor distancia. Ese día, caminaba por la calle, cuándo di vuelta en una esquina, seis o siete desconocidos se dirigieron hacia mí. De repente, recibí un golpe en la nuca y caí al suelo, alguien me jaló de los cabellos e inmediatamente me pusieron un capuchón negro en la cabeza.

Me subieron a un vehículo, a pesar de que no podía ver, me pareció que había dos asientos con un espacio en medio. Me pusieron en ese espacio, en el piso. Tenía mi mejilla derecha contra el suelo. De repente, una bota me aplastó la cara para inmovilizarme en el piso. Muchas manos empezaron a registrarme por todos lados. Me quitaron el cinturón y lo utilizaron para atar mis manos por detrás, en la espalda. Al menos cuatro personas pusieron sus pies sobre mí para inmovilizarme.

Más o menos 40 minutos después, me sacaron del vehículo. Mis pantalones estaban caídos a las rodillas, me llevaron a una pieza. Nadie me había hablado hasta ahí. En ese momento me quitaron el capuchón que cubría mi cabeza. Inmediatamente, los hombres empezaron a insultarme y a golpearme. “*#*, llegó el día de tu muerte. Hermanos démosle hoy una lección brutal. Hay que golpearlo hasta que se muera.”

Enseguida, cuatro hombres con macanas eléctricas comenzaron a golpearme la cabeza y todo el cuerpo. No se oía más que el ruido de los golpes y mi angustiada respiración. Me golpeaban con tanta violencia que mi cuerpo empezó a temblar sin control. “¡No pretendas hacer eso!”, gritó uno de ellos; que después supe se llamaba Wang. Después, un hombre muy alto y fuerte (1.9m) me agarró de los cabellos para levantarme del suelo. Wang comenzó a golpearme en la cara con todas sus fuerzas. “***, no eres digno de llevar ropa negra. ¿Eres jefe de la mafia?, quítate toda la ropa”.

Me quitaron toda la ropa, quedé completamente desnudo. Wang gritó de nuevo, alguien me golpeó por atrás de las piernas y me desplomé al suelo. El hombre alto continuó jalándome del cabello para forzarme a ver a Wang. En ese momento, pude ver que había 5 personas en la pieza. Cuatro de ellos tenían macanas eléctricas y el otro tenía mi cinturón. “Escucha bien, Gao, hoy tus tíos no quieren otra cosa que tu vida sea peor que la muerte. Te digo la verdad, tu asunto, no es solamente entre el gobierno y tú.” ¡Mira al piso! No hay una sola gota de agua. Pero en un momento, tendrás agua por encima de tus tobillos. Dentro de un rato sabrás de donde viene el agua.”

Mientras que Wang decía esto, me electrocutaban la cara y el torso con las macanas eléctricas. Wang gritó entonces: “¡Vengan chicos, segunda lección!”, entonces me electrocutaron todo el cuerpo con las macanas. Y todo mi cuerpo, mi corazón, mis pulmones y mis músculos empezaron a saltar bajo la piel de manera incontrolable. Me retorcía de dolor en el piso, tratando de arrastrarme. Entonces, Wang me electrocutó mis partes genitales. Mis súplicas de que pararan provocaron risas y más torturas inimaginables. Wang, enseguida utilizó la macana para electrocutar mis genitales tres veces más mientras gritaba ruidosamente. Después de algunas horas de esto, ya no tenía fuerzas para suplicar y mucho menos para escaparme. Pero mi mente estaba aún despejada.

Sentí que todo mi cuerpo tenía espasmos violentos cuando la macana me tocaba. Sentí claramente cómo el agua se esparcía sobre mis brazos y piernas mientras me sacudía. Fue entonces que me di cuenta que era mi propio sudor y comprendí lo que Wang quiso decir sobre el agua.

Parecía que los torturadores también estaban cansados. Antes de que cayera la noche, dos de ellos abandonaron la pieza. “Regresaremos más tarde para darte la siguiente lección”, dijo Wang. Los dos hombres que quedaban aún en la pieza pusieron una silla en el centro, me levantaron y me sentaron en la silla. Uno de ellos tenía 5 cigarros en la boca. Un hombre estaba parado detrás de mí y el otro con los cigarros adelante. El que estaba atrás me cogió de los cabellos para mantener mi cabeza agachada. El otro utilizó los cigarros para llenar mi nariz y ojos de humo sin parar. Lo hicieron con suma paciencia. Después de un rato, ya no sentía nada, aparte de algunas lagrimas que caían sobre mis piernas. Esto continúo cerca de dos horas.

Enseguida, otros dos hombres llegaron a reemplazar a los dos anteriores. Ya no veía, porque mis ojos estaban hinchados y cerrados. Los dos nuevos comenzaron a hablar: “¿Gao, puedes aún escuchar con tus dos oídos? Te digo la verdad, estos dos son expertos en reprimir mafiosos. Son duros. Esta vez fueron escogidos especialmente y con cuidado por las más altas autoridades.” “¿Puedes escuchar quien soy? Mi apellido es Jiang. Te seguí en Xiajiang después de tu liberación el año pasado.”

¿Eres el de la ciudad de Penglai, en Shandong?, pregunté.

“Si, tu memoria aún es buena. Te dije que regresarías tarde o temprano. Cuándo vi cómo te comportabas en Xiajiang, sabía que regresarías. Menospreciabas aún a nuestra policía. ¿No deberíamos darte una lección mejor? Escribiste esa carta a los miembros del Congreso americano. Mírate, traidor. ¿Qué podría darte tu Señor americano? El congreso americano no vale nada. Aquí es China. Es el territorio del Partido comunista. Matarte es tan fácil cómo aplastar una hormiga. Si osas seguir escribiendo tus estúpidos artículos, el gobierno tiene que mostrar claramente su actitud. ¿Has visto su actitud esta noche?”, Jiang hablaba lentamente.

Pregunté: “¿Cómo pueden enfrentarse golpeando así a los chinos utilizando tácticas mafiosas contra los contribuyentes chinos?”

“Tú no eres más que un objeto para ser golpeado”, respondió Jiang. “Tú lo sabes en tu corazón mejor que nadie. Los contribuyentes no cuentan para nada en China. No hables en ese término contribuyente.”

Mientras decía esto, alguien entró en la pieza. Reconocí la voz de Wang. “No le hables con tu boca. Dile la verdad. Tus tíos te han preparado doce lecciones. Anoche, terminamos sólo tres. A tu tío en jefe no le gusta hablar, entonces, en un momento vas a ver que vas a comer tu propia mierda y beber tus orines y te vamos a picar [los órganos genitales] con palillos. No hables aún de tortura por el partido comunista, porque ¡ahora mismo te vamos a dar una lección completa! Tienes razón, torturamos a Falun Gong. Todo es cierto. Las doce lecciones que te vamos a dar fueron practicadas en Falun Gong. De verdad, no tengo miedo si continúas escribiendo. Podemos torturarte hasta que mueras y nadie encontrará tu cuerpo. Forastero despreciable (significa que no es de Pekín) ¿Qué piensas ahora que estás aquí?

En las horas de tortura que siguieron, me desmayé varias veces, por la falta de alimento, agua y sudoración abundante. Estuve acostado desnudo sobre el frío piso. Sentí varias veces cómo alguien vino a abrir mis ojos a proyectar una linterna de bolsillo, para ver si aún estaba vivo. Cuando me desperté sentí un fuerte olor a fétida orina. Mi cara, nariz y cabellos estaban impregnados. Obviamente, pero no supe cuándo, alguien había orinado sobre mi cara y mi cabeza.

Estas torturas continuaron hasta el mediodía del tercer día. No sé en dónde encontré la fuerza para resistir, pero por alguna razón, luché por escaparme de sus garras y comencé a golpear mi cabeza en la mesa. Gritaba los nombres de mis dos hijos (Tiangyu y GeGe) y traté de matarme. Pero no lo logré. Doy gracias a Dios todopoderoso. Fue él quien me salvó. Sentí que fue Dios quien me sacó de ese estado y me dio vida. Mis ojos estaban llenos de sangre después de haberme golpeado la cabeza así. Me caí al suelo. Inmediatamente, tres personas se sentaron sobre mí cuerpo. Uno estaba sobre mi cabeza. Reían. Decían que había intentado matarme para asustarlos. Me dijeron que habían visto esto muchas veces. Enseguida, me siguieron torturando hasta la noche. No podía ver nada con mis ojos. Podía oír aún a los torturadores y otra vez regresaron después de cenar.

Uno de ellos vino a jalarme de los cabellos para enderezarme. “Gao, ¿tienes hambre? ¿Dinos la verdad?”

“Tengo mucha hambre”, respondí.

“¿Quieres comer?, ¡Di la verdad!

Dije: “Quiero comer”. En lugar de eso, me abofetearon sin descanso, una docena de veces o más y volví a caer al piso. Una bota aplastó mi pecho y alguien electrocutó la barbilla con una macana. Grité. Entonces, metieron la macana en mi boca.

“Vamos a ver qué tan diferente es tu boca de las otras. ¿No quieres comer? Dijiste que tenías hambre. ¿Eres digno? La macana estaba en mi boca pero no estaba prendida. No sabía que querían hacer.

“Gao, ¿sabes por qué no hemos destruido tu boca?”, dijo Wang. “Esta noche, tus tíos quieren que hables toda la noche. Queremos que hables de que eres mujeriego. No puedes decir que no lo eres. No puedes decir tampoco que son pocas mujeres. No olvides ningún detalle. No puedes olvidar ningún detalle. Tus tíos quieren eso. No hemos comido y dormido lo suficiente, es tu turno de hablar.

“¿Por qué no habla? Vamos, ¡golpéenlo hermanos!”, gritó Wang. Tres macanas empezaron a electrocutarme. Me arrastré de un lado a otro para huir y estaba aún desnudo. Después de algo más de diez minutos, temblaba aún como una hoja.

Les supliqué. “No tuve un amorío. No es eso lo que no les quiero decir”, escuché mi propia voz que temblaba.

“¿Te estás volviendo loco? Dijo Wang. Déjanos usar la macana para aclararte las cosas y ver si comienzas a hablar” Luego, dos personas me estiraron los brazos y los inmovilizaron en el piso. Utilizaron palillos para perforar mis genitales. El lenguaje no puede describir la impotencia, el dolor y la desesperación que me invadió. En tal situación, el lenguaje y la emoción no tienen el poder para explicarlo. Finalmente, inventé historias, les conté de aventuras que tuve con cuatro mujeres. Pero las torturas no cesaron y tuve que describir mis relaciones sexuales con cada una de esas mujeres. Así continuó hasta el amanecer.

Hasta ese momento, había sido llevado hasta el lugar dónde debía firmar la transcripción de la confesión de mis aventuras. “Si revelamos esto, te convertirás en mierda de perro apestosa en medio año”, vociferó Wang. (Después de ser liberado, supe que al día siguiente de mi tortura, el interrogador llamado Sun Huo informó a mi esposa de la “verdad” que habían conocido sobre mis aventuras. Mi esposa les dijo que no eran su asunto. Ella dijo: “Yo tengo siempre confianza en Gao”.

Después de ser torturado durante días, perdí a menudo el conocimiento y fui incapaz de determinar cuánto tiempo había pasado. Otro grupo se preparaba aún para torturarme. Otro hombre llegó y los regañó. Pude escuchar que era un director adjunto del Buró de seguridad pública de Pekín. Lo había visto en varias ocasiones anteriormente. Yo tenía una buena opinión de él. Aunque no podía verlo, porque mis ojos estaban aún hinchados. Todo mi cuerpo estaba golpeado e irreconocible. Parecía enojado debido a mi condición. Encontró un médico para que me atendiera. Dijo que estaba horrorizado y sorprendido. Dijo: “¡Esta tortura no representa al Partido comunista!”

Le pregunté: ¿Quién ordenó esto?

No respondió. Pedí ser enviado de vuelta a casa o aún a la cárcel. No respondió. Hizo venir a mis torturadores a la pieza y los reprendió. Les ordenó comprarme ropa, darme una manta y comida. Me dijo que trataría de su parte ya sea mandarme a prisión o a casa.

Tan pronto el director adjunto se retiró, Wang comenzó a insultarme. “Gao, ¿aún sueñas con irte a prisión? No, sería demasiado fácil. No tendrás ninguna oportunidad en tanto el PCCh continúe en el poder. Ni lo pienses.”

La misma noche, fui transportado a otro lugar pero no supe dónde, porque tenía el capuchón negro una vez más. Fui torturado continuamente durante otros diez días. Pero un día, me pusieron el capuchón negro de nuevo, me subieron a un vehículo. Mi cabeza estaba entre mis piernas a la fuerza y tuve que permanecer así por más de una hora. El sufrimiento era más de lo que podía resistir, quise morir.

Una hora después, en ese nuevo lugar, me quitaron el capuchón. Cuatro de los cinco torturadores anteriores no estaban ahí. Pero, vi al mismo grupo de la policía secreta que usaron para seguirme.

Desde entonces, la tortura física paró pero la emocional continuó. Dije que el 17° Congreso del Partido comunista había empezado y que iba a esperar las opiniones de las altas autoridades sobre mi caso.

Durante ese tiempo, algunos funcionarios vinieron a visitarme a mi celda. Su actitud era más suave y se me autorizó a lavarme la cara y cepillarme los dientes. Algunos funcionarios me propusieron usar mis habilidades para escribir para insultar a Falun Gong, y podría utilizar cualquier cosa que quisiera para hacerlo.

Les dije que no era un problema técnico sino ético. Entonces me propusieron “Si es muy difícil, entonces escribe artículos alabando al gobierno y otra vez pon todo lo que quieras.” Finalmente me propusieron “Si escribes que dirigimos para que fueras tratado bien después de la prisión y que fuiste engañado por Falun Gong y Hu Jia, todo irá bien. De otra manera, ¿cómo vas a encontrar fin a tus sufrimientos? Piensa en tu esposa e hijos.”

En cambio, escribí un artículo que decía que el gobierno había tratado bien a mi familia. Escribí la carta abierta al Congreso de los Estados Unidos y di la razón de que fui engañado por Falun Gong y Hu Jia.

Antes de ser puesto en libertad para ir a casa, mientras tanto, fui llevado a la ciudad de Xian. Me llevaron para llamar a Geng He (mi esposa). A mediados del Festival de Otoño, las autoridades me pidieron llamar a mi esposa para consolarla debido a que estaba protestando e intentaba suicidarse por el trato que el gobierno estaba dando a nuestra familia. Todo el contenido de la llamada fue diseñada por las autoridades. (Después supe que la respuesta de ella también fue ensayada). En ese tiempo, yo aún no podía abrir uno de mis ojos. Y dado que la llamada fue grabada, tuve que explicar que fue una herida auto infligida.

A mediados de noviembre 2007, después de que conseguí ir a casa, me enteré que fue registrada totalmente sin un documento ni orden judicial. Durante estos más de 50 días de tortura, tuve muchas emociones extrañas. Por ejemplo, algunas veces pude escuchar “muerte” y muchas otras “vida”.

El doceavo o treceavo día de mi secuestro, cuando pude abrir un poco mi ojo de nuevo, vi que mi cuerpo estaba en un estado horripilante. Ni un solo centímetro cuadrado de mi piel era normal. Tenía contusiones y lesiones por todo el cuerpo.

Cada día de mi detención, la experiencia de “comer” fue inusitada. Cada vez que estuve a punto de morir de hambre, ellos me llevaban pan al vapor y me lo ofrecían. Si aceptaba cantar una de las tres canciones revolucionarias famosas del Partido comunista, podía obtener un poco de pan. Mi deseo más profundo era que quería vivir hasta dónde fuera posible. Mi muerte sería una tortura para mi esposa e hijos, pero al mismo tiempo no quería ensuciar mi alma. Pero la dignidad humana pierde fuerza en ese ambiente. Si no se canta esas canciones, se continúa muriendo de hambre y continuarán torturándolo, así que canté.

Cuando utilizaron la misma táctica para forzarme a escribir artículos atacando a Falun Gong, no lo hice. Pero, cedí escribiendo una declaración diciendo que el gobierno no me había secuestrado, ni torturado y que había tratado bien a mi familia. Firmé ese documento.

Durante esos más de 50 días de tortura, se cometieron actos perversos aún más horribles, de los que he mencionado. Esas perversidades no merecen estar en ningún archivo histórico de ningún gobierno humano. Pero, esos testimonios nos permitirían ver claramente hasta dónde los dirigentes del PCCh son capaces de llegar, con sus perversos crímenes en contra de la humanidad con el objeto de ¡preservar su monopolio ilegal de poder! Esos actos innobles son tan sucios y repugnantes, que no quiero ni mencionarlos ahora y quizás no los mencionaré nunca. Cada vez que fui torturado, siempre me amenazaron con hacerlo de nuevo si decía lo que me había pasado aquí, y me dijeron: “La próxima vez será delante de tu esposa e hijos”. El hombre alto que me jalaba de los cabellos me lo repetía muchas veces durante los días de tortura. “Tu muerte es segura si cuentas esto al mundo exterior”.

Me lo repitieron muchas veces. Estos actos brutales y violentos no son correctos. Los que los cometieron, ellos mismos, lo saben muy bien en el fondo de sus corazones.

Para terminar, quiero decir algunas palabras que no van a gustar a algunos. Quiero recordar a los llamados “buenos amigos” y “buenos socios” globales, según los términos del PCCh, que el creciente grado de brutalidad e indiferencia en contra del pueblo chino por el PCCh es la consecuencia directa del apaciguamiento de ambos ustedes y nosotros (nuestro propio pueblo chino).

Escrito el 28 de noviembre del 2007, en mi domicilio bajo vigilancia en Pekín.